La Coronación Canónica de Nuestra Señora y Madre de la Soledad en la villa de Marchena ha marcado un momento histórico, tanto para la comunidad devocional como para la tradición que rodea a la imagen de la dolorosa, obra maestra del siglo XVI, creada por Gaspar del Águila en 1574. Este evento no solo ha puesto en primer plano el arte sacro y las raíces culturales de Marchena, sino que ha reavivado el espíritu de unidad que caracteriza a este pueblo sevillano, donde la fe y la historia se entrelazan con una fuerza inquebrantable.
La ceremonia fue presidida por el arzobispo de Sevilla, Monseñor José Ángel Saiz Meneses, quien, con gran solemnidad, impuso la corona a la Virgen ante aproximadamente mil personas reunidas en la Plaza Ducal. El acto fue un reflejo de la profunda devoción que Marchena profesa a su Virgen cernicalera, como es conocida cariñosamente. Pero la coronación no solo fue un momento de honor religioso; también sirvió como punto de partida para una procesión extraordinaria que se extendió durante 11 horas y media, desde las últimas luces del día hasta el amanecer, cubriendo las calles del pueblo en una muestra de fervor sin precedentes. Si contamos además desde la salida de la Virgen a las 18:00 horas desde su iglesia de Santa María de la Mota hasta la Plaza Ducal donde se celebró la coronación, la duración total hasta su encierro a las 10:00 de la mañana del día siguente, fue de un total de 16 horas.
Uno de los puntos más emotivos de la ceremonia fue el llamado del arzobispo a la “corona de conversión personal”. En su homilía, Saiz Meneses habló de la importancia de acompañar el acto material de la coronación con una transformación espiritual. “La corona de nuestra oración, de nuestra humildad y de nuestra vida en servicio”, dijo, evocando una conexión profunda entre la devoción mariana y la vida cotidiana de los fieles.
Además de la dimensión religiosa, la coronación tuvo un propósito social importante. Parte de los esfuerzos se centraron en la reforma de la Casa de la Iglesia, un espacio destinado a la catequesis y a Cáritas, subrayando el compromiso de la comunidad con el servicio a los más necesitados. La obra social vinculada a la coronación es testimonio de cómo la devoción religiosa en Marchena siempre ha estado conectada con la acción solidaria.
El evento también estuvo impregnado de una rica simbología que trascendió lo religioso. La tradición de las “moleeras”, que consiste en prolongar el regreso de la Virgen a su templo durante la procesión, volvió a revivir con gran fuerza. Estas costumbres, que reflejan el deseo del pueblo por prolongar su tiempo con la imagen sagrada, son un claro ejemplo de la devoción popular que ha caracterizado a Marchena durante siglos. “Hasta que el pueblo quiera”, se dice popularmente, un recordatorio de que, en este rincón de Andalucía, el tiempo lo marca la fe y la devoción. El origen se debe exactamente a que la Virgen de la Soledad pertenecía a los Duques de Arcos, señores de Marchena, y permanecía oculta en el Palacio Ducal durante todo el año, por lo que el pueblo solo podía verla en Semana Santa cuando salía a la calle, por eso trataban de evitar su vuelta al palacio cantándole saetas.
El entorno decorativo de la Plaza Ducal fue otro de los aspectos destacados de la jornada. Inspirado en el esplendor histórico del Palacio Ducal, el escenario de la coronación estaba presidido por una reproducción a escala real de la fuente barroca que una vez ocupó el patio del palacio. Esta reconstrucción, obra del artista local José Antonio Montes Baena, sirvió como punto focal de la plaza, que, a su vez, estaba adornada con 52 jardineras monumentales, llenas de pinos y plantas aromáticas que evocaban los antiguos jardines del palacio. Del balcón principal, cuatro reposteros con los escudos heráldicos del Arzobispo que realizará la coronación, los padrinos Su Majestad el Rey de España Felipe VI y las Hermanas Decalzas Franciscanas (convento de Santa María) y finalmente, el de la casa de los Ponce de León (Duques de Arcos). Todo esto contribuyó a crear una atmósfera de grandiosidad y solemnidad acorde con la ocasión.

La procesión, que comenzó a las 22:30 horas, fue un espectáculo de devoción y participación ciudadana. Entre los asistentes, se encontraban representantes de diversas hermandades de la provincia de Sevilla y de otras regiones andaluzas, cada una portando sus estandartes y sus signos de fe. Alrededor de 150 costaleros se relevaron bajo el paso de la Virgen, mientras que la Banda de la Cruz Roja de Sevilla ofrecía un acompañamiento musical de una calidad inigualable, entre los que hay que destacar el himno compuesto para la celebración «Madre en el cielo, Señora en la tierra» por el compositor Luis Manuel Mejías Navarro, y «Soledad, saeta carcelera», también compuesto para este día por la joven marchenera Natalia Martín. A lo largo del recorrido, se lanzaron petaladas y se cantaron saetas, en una mezcla de fervor y tradición que puso de manifiesto la profunda conexión entre la música y la espiritualidad en esta tierra.
Durante la procesión, el paso de palio de la Virgen fue visitando cada una de las distintas iglesias y hermandades de la localidad. Uno de los momentos más conmovedores de la noche fue el encuentro entre la Virgen de la Soledad y Nuestra Señora de la Esperanza Coronada en la capilla de la Santa Veracruz. La Virgen de la Esperanza Coronada es la otra Virgen de Marchena que ha sido coronada, justo 20 años antes. Otras visitas fueron a la Virgen del Rosario y al Sagrado Cristo de San Pedro y Virgen de las Angustias en Santo Domingo, a la hermandad de La Borriquita y Virgen de la Palma en San Agustín, a la hermandad de Jesús Nazareno, Virgen de las Lágrimas, San Juan Evangelista y Virgen de los Remedios en la casa hermandad de Jesús Nazareno, al Señor de la Humildad y Paciencia, Virgen de los Dolores y la hermandad de la Virgen Milagrosa en Santa Clara, al Dulce Nombre de Jesús y Virgen de la Piedad en San Sebastián, con una proyección especial de la hermandad del Rocío, y a la Divina Pastora en San Juan.
Este cruce de devociones marcó un hito dentro de la procesión, avivando los sentimientos de los asistentes y reforzando los lazos entre las hermandades locales. En cada calle, en cada rincón del recorrido, se respiraba el peso de la historia y la fuerza de una devoción que ha sido transmitida de generación en generación.
El acto no solo tuvo repercusión en la comunidad local, sino también en el plano nacional. La participación de autoridades civiles, militares y religiosas, incluyendo a la alcaldesa María del Mar Romero Aguilar y otros representantes del gobierno local, subrayó la importancia institucional de este evento, que marca un antes y un después en la historia de la Hermandad del Santo Entierro de Cristo, Triunfo de la Santa Cruz, y Nuestra Señora y Madre de la Soledad Coronada, como se le conocerá a partir de ahora.
La coronación de la Virgen también ha servido como un recordatorio de las ricas tradiciones que envuelven a esta imagen sagrada. A lo largo de los siglos, la Virgen de la Soledad ha sido protagonista de numerosas salidas extraordinarias, como las ocurridas en 1976, 1992, 2013, y 2016, siempre ligadas a momentos de especial relevancia para la hermandad. La Coronación Canónica de 2024, sin duda, se une a esta lista de eventos inolvidables, consolidando el lugar de esta imagen en el corazón de Marchena. Una coronación que ya se planeaba desde los años 90, pero que por diversos inconvenientes se ha ido aplazando.
No puedo dejar de mencionar la corona en sí, una obra del platero sevillano Palomino en el siglo 19, de plata bañada en oro, que ha sido enriquecida por los orfebres de Toisón, Jesús García de Soto y Lucío Rodríguez, con donaciones de los miembros de la hermandad, incluyendo más de 2.000 topacios. Esta corona es una joya digna de la Reina de Marchena, una obra de arte que simboliza la devoción del pueblo hacia su Virgen y que, en el día de su imposición, fue recibida con una ovación de aplausos y lágrimas, y fuegos artificiales.
En conclusión, la Coronación Canónica de Nuestra Señora y Madre de la Soledad ha sido mucho más que un evento religioso. Ha sido una celebración de la historia, del arte, de la tradición y, sobre todo, de la fe. Una manifestación pública de amor y respeto hacia una figura que, más allá de los siglos, sigue siendo el centro de la vida espiritual de Marchena. Una jornada donde lo divino y lo humano se entrelazaron en una coreografía perfecta de devoción y cultura, dejando una huella imborrable en el alma de todos los que tuvieron el privilegio de vivirla.