El sentido de la vida está en transcender y elevarse tanto como pueda.
Partículas brillantes flotan a mi alrededor. Una corriente de aire comienza a levantarse en la habitación. La danza centelleante se transforma en un vórtice energético que gira a mi alrededor. La intensidad aumenta progresivamente hasta verme obligado a cerrar los ojos y de repente, oscuridad total. Una leve incandescencia irradia del cristal situado en el centro del altar. Una mezcla de azufre e incienso satura mis sentidos. Pierdo el conocimiento y en mi delirio un carrusel de formas y colores me hacen compañía. Una explosión luminosa, un relámpago centelleante, me devuelve a algo parecido a la realidad, si no fuera porque me encuentro flotando delante del cristal, ahora más luminoso que nunca, una incandescencia de una intensidad solo superada por el sol. Provocando un estallido revienta-tímpanos un rayo sale del cristal clavándose en mi. Mi transformación ha comenzado.
